22/10/08

PostHeaderIcon El Incal

Tras un suave desgarro, y una mirada profunda y curiosa, a mis avejentados ojos, se mostró la paradoja, bella y hermosa, terriblemente insaciable, y tan solamente mitigada por unas palabras entretejidas por una mente febril.


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Auguraba el sacerdote la caída de Dios, el desvanecer de los tiempos y la resurrección de la vida. Se pronosticaba el apocalipsis, el horror, la muerte y aquello más allá de la muerte, el silencio absoluto. El poder no radica en sí mismo, no radica ni tan siquiera en el nombre que lo alberga y lo contiene, el poder se aloja allí donde la paradoja se vuelve débil y enfermiza, allá donde el hombre se enmaraña en hipótesis cósmicas, en devaneos diáfanos de una idiosincrasia banal, placebo de una ya adulterada sociedad, marcada por el principio básico del pecado, de la redención. Y es aquí donde el misticismo, tenue, arroja luz sobre la oscuridad de los ciegos negados a ver. Una luz marginal y ahogada en el mar de la ficción, dando bandazos sin timón, cual barco de Caronte atravesando el río que nos vio morir. Ha de nutrirse el conocimiento en la desmesura de la autoestima iracunda, violenta, en el vacío de la negación, en la pasión del ser y conocer y por ello reconocer.
El hombre llegó a tierras extrañas, pisó tierras de salvajes, y quedó expuesto, ignorante y desnudo.

2 comentarios:

Lechuck dijo...

Que palabrejas tan bien tejidas...¿todo esto es para decirnos que te has gastado los 40leuros del ala que vale el tomito y que me lo piensas dejar?

Raskolnikov dijo...

Je je je, no.

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