Y dicen del arte que se salpica de mar y de aguas saladas por su textura y su color, porque dicen que el arte puede ser mayúsculo y orientarse hacia el cielo como una proyección grandilocuente del ser humano, porque dicen que el humano siempre busca tesoros en su imaginación, y porque siempre se busca que la fantasía absorba tu vida y la envíe allá hacia el cielo, a través de una ventana desde donde se divisan los barcos que antaño surcaban el mar infecto de piratas e infecto como dicen, de aventureros incautos, vividores con sangre de alcohol y con aliento a salitre, de esos que con su mirada conquistan a las damas y princesas, de esos que se baten en duelos por honor y de esos que contemplan ensimismados el horizonte sin detenerse un instante, porque ellos siempre buscan los tesoros de la vida, esa que le toca vivir porque el arte les consagra muy por encima de sus virtudes, y es ahí donde las viñetas devoran al personaje o bien donde el personaje con ansia de gloria fagocita la fantasía del autor y se vuelve un ente más libre, más capaz de vagar por las páginas como si pudiera permitirse olvidar quién es y quién lo creó, ya que el ser siempre acaba asesinando a Dios, porque no lo necesita, puesto que ahora puede y sabe cómo caminar por entre el grafismo negro de la tinta, sacudiéndose su alma con una sonrisa socarrona y por fin vagando por ese mar que tanto añora y que tanto le ha dado, se desvanece como una sombra circunfleja en un caleidoscopio de colores que se refleja en una botella de vino, allá en la ventana desde donde se imagina un mundo subconsciente, un mundo rodeado de mar y que huele a sal, nubes y a tinta negra.