27/6/07

PostHeaderIcon Píxel sobre Píxel

Me acordaba. Al principio me costó un poco pero gracias a la ayuda de mi compañera de juego fui refrescando la memoria. "Tienes que coger la pala del cartel. El cordel para hacer la trampa para ratas está en la casa de la mujer del vudú. Hay que hablar mal de Largo para que aparezca en el bar y poder recoger su gargajo...".
Esta sucesión de acciones se fue completando en mi cerebro. Durante un tiempo ella jugaba y yo miraba. Miraba entusiasmado porque después de 15 años me acordaba de casi todo lo que había que hacer en el Monkey Island 2. Supongo que estos recuerdos son los que me definen como ser viviente.
Durante centurias un punto común para mucha gente eran los libros que habían leido de pequeño, las películas o incluso las series. Pero ahora muchos de vosotros entenderéis ésto: "hay que llevar muchas jarras de grog encima porque la bebida derrite el recipiente y la necesitas para abrir la puerta de la cárcel". Viendo, escuchando y leyendo el juego he comprobado que el sarcasmo y la complejidad de los personajes que de pequeño mamé frente al ordenador nada tiene que envidiar a las de las "grandes obras de la literatura juvenil". Me explico. Pensad en esta situación con los siguientes parámetros: píxeles y más píxeles, música en midi y frases de colores para diferenciar a los personajes:
"Lechuck mira el mar de lava desde su barco fantasma. Piensa en voz alta lo bonito de esta estampa y lo fabuloso que es estar muerto para así poder contemplar esta imagen. Junto a él hay pirata esqueleto al que el capitán pregunta:
- ¿No es maravilloso estar muerto? Gracias a ésto podemos ver este maravilloso mar de lava.
- ¿Me pregunta si es maravilloso estar muerto? -Responde el subordinado- Que si es maravilloso que asaltara mi barco, matara a mi tripulación, robara mis mercancías y me despellejara vivo (mirada del pirata fantasma a la cámara) Sí, supongo que es maravilloso estar muerto"
Yo tenía 10 años cuando jugué a este juego. Diez años y este nivel de ironía me produjo gracia. El otro día avancé en la historia y comprobé las excelencias (otra vez) de esta obra maestra.
Y ahora estoy convencido que una obra como el Monkey Island tiene el mismo valor educativo que cualquiera de las novelas de aventuras que pueden poblar mis estanterías. El mismo valor didáctico. Y si aún existen pseudopensadores que se lo niegen es por ignorancia. La misma que le arrebataba esta posibilidad al cine o los tebeos.

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