Aquel tenía problemas para controlar a su sombra, éste le pega un tiro, porque puede, porque fuma tabaco de liar con mucho estilo, pareciese el Bogart de la viñeta, pero resulta ser un socarrón que cumple lo que alardea.

Sonríe de lado, de soslayo, encubre un alma solitaria, atormentada por su mito, sin concesiones, él en el país de nunca jamás sería un niño más o quizás un adulto de vuelta de todo, un adulto que contempla el desierto con melancolía, siendo paradigma del mismo, asimismo, principio y final del horizonte ensangrentado.

Lo psicótico en él es su sombra siempre expectante, y su neurosis, no ser aquel Peter Pan en aquel cuento de hadas donde podría observar su alma por toda la eternidad.