11/7/08

PostHeaderIcon ¿Cerrado por vacaciones?

Hoy me he levantado con un ligero dolor en el espinazo. Me he dicho, pero qué coño. Llevaba más o menos durmiendo doce o trece horas y si no llega a ser por el zumbido de una mosca, habrían sido más. El sol pegaba bien fuerte. He salido de mi habitación como todos los días de verano, empapado en sudor, con los ojos hinchados y con la mente abotargada por una extraña pereza. Me he vuelto acojonantemente estúpido. He balbuceado gilipolleces cuando me he lavado la cara. Una vez. Dos. Tres. No hay manera. La estupidez y la pereza no se van con el agua. A ver mis ojos que tal. Joder. Doy pena. Piensa qué vas a hacer........................................... Nada. Otro día más.
Tras subir las escaleras he mirado mi móvil. Cero llamadas. Luego me he sentado a mirar la tele. He visto algo de anime. Algo de las noticias. Algo de un documental. Algo sobre no sé qué libro. Algo de todo y algo de nada. Sentado en el sofá, de cara a la televisión, a la consola, al dvd, me he dicho qué hago, qué voy a hacer. Al final he seguido sentado allí sin hambre siquiera. La estupidez amenazaba con no dejarme en todo el día.
Después de comer un poco, he salido a la calle obligado por las necesidades de mi perro. El hijoputa aún no ha aprendido a aguantarse. Era la hora de la siesta. Supongo que cuando yo sea un anciano alguien me tendrá que pasear y llevarme al baño. Con chanclas, los ojos aún hinchados y en calzoncillos, he abierto la puerta de casa y la luz me ha dado un tremendo bofetón. Mierda. Odio a veces el verano. Luego he asistido a la escena más indignante del mundo. Mi perro a dos metros de mí haciendo esfuerzos desmesurados para poder defecar. Indigno. Para él. Pobre. Imagináos que en la calle Colón a las seis de la tarde, en pleno centro de Valencia, la mayoría de nosotros estuviéramos oliéndonos los esfínteres, meando en las ruedas de los coches, cagando en las puertas de Springfield, o yendo tras de una pelota extraviada o en la persecución de un gato, en nuestro caso de un yonki. Ya explicaré otro día por qué comparo a los yonkis con los gatos.
De vuelta a casa, por un instante breve, he tenido una emoción controlada. Una de mis plantas parece una mujer. Con tetas y todo. Se mecía por la brisa ligera de la tarde y gemía al estremecerse sus hojas. En ese entonces me he dicho, no fumes nunca. Las drogas no te sentarán bien.
Alrededor de las seis o siete de la tarde, estaba aburrido, desconcertado, me he dado a la comida. Creo que estoy enganchado. Ha comprado mi madre unas magdalenas que son orgásmicas, de tan placenteras y jodidamente buenas. Son pedazitos de cielo que me ponen la piel de gallina.
Al rato me he tirado en el sofá del comedor hasta las ocho y media. Ha llegado mi padre. Y bien, o yo estaba totalmente ralentizado o bien en el curro de mi padre reparten drogas duras, el caso es que mi padre se me ha acercado y me ha dicho en unos cinco segundos, dónde está tu madre, has cenado?, ves la tele, cómo va el tour, el primero, es español?, el perro ha cagado?, esta mañana no, tu hermana, dónde anda, y tú?, qué, qué, luego me acompañas a un paseo, dar una vuelta, correr, no, no, y...etc. Os he transcrito más o menos cómo se ha expresado el bueno de mi padre. Mi respuesta ha sido clara y contundente, explícita, elocuente. ¿No ves que no estoy haciendo nada? ¡Yo qué coño sé de nada ni de nadie! ¡Estoy de vacaciones!
Oh, en ese momento, tamaña alegría, el mundo entero ha cobrado sentido, coherencia, el ser y no ser, la vida y la muerte, el frenesí inconmensurable y la pasión más desbordantes han despejado mi estupidez y de tan longeva y de tanto estirar la redundante estupidez, he alcanzado el nirvana de la imbecilidad humana, el culmen de la pereza, me he auto proclamado Dios de las vacaciones, encarnación de la felicidad en la nada, oh banal inteligencia, quién te ama ahora que poseo el don del ingenio desalmado de la iracunda y malévola e irrevocable imbecilidad, oh, lo digo y lo proclamo, ¡Soy imbécil, estúpido! ¡Lo soy!
Al final he cerrado los ojos, me he cegado, y me dejaré llevar al menos hasta septiembre, aunque quizás nunca recobre la inteligencia de tiempos pasados, sólo quizás, en mi futuro lecho de muerte, recuerde estos días en los que nada hice, y me sonría y me diga, has sido un hijo de puta con suerte, vete del mundo mostrando una sonrisa, porque has sido un privilegiado. Ojalá todos pudieran saborear días así, en los que te das cuenta de que de vez en cuando hay que ponerle a la mente, CERRADO POR VACACIONES.

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